Lecturas del 06 de Mayo


  • Primera lectura

    Hechos 12:24–13:5
    24 Entretanto la Palabra de Dios crecía y se multiplicaba.
    25 Bernabé y Saulo volvieron, una vez cumplido su ministerio en Jerusalén, trayéndose consigo a Juan, por sobrenombre Marcos.
    1 Había en la Iglesia fundada en Antioquía profetas y maestros: Bernabé, Simeón llamado Níger, Lucio el cirenense, Manahén, hermano de leche del tetrarca Herodes, y Saulo.
    2 Mientras estaban celebrando el culto del Señor y ayunando, dijo el Espíritu Santo: «Separadme ya a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado.»
    3 Entonces, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y les enviaron.
    4 Ellos, pues, enviados por el Espíritu Santo, bajaron a Seleucia y de allí navegaron hasta Chipre.
    5 Llegados a Salamina anunciaban la Palabra de Dios en las sinagogas de los judíos. Tenían también a Juan que les ayudaba.

    Salmo responsorial

    Salmo 67:2-3, 5, 6, 8
    2 ¡Dios nos tenga piedad y nos bendiga, su rostro haga brillar sobre nosotros!
    3 Para que se conozcan en la tierra tus caminos, tu salvación entre todas las naciones.
    5 Alégrense y exulten las gentes, pues tú juzgaz al mundo con justicia, con equidad juzgas a los pueblos, y a las gentes en la tierra gobiernas.
    6 ¡Te den, oh Dios, gracias los pueblos, todos los pueblos te den gracias!
    8 ¡Dios nos bendiga, y teman ante él todos los confines de la tierra!

    Evangelio

    Juan 12:44-50
    44 Jesús gritó y dijo: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado;
    45 y el que me ve a mí, ve a aquel que me ha enviado.
    46 Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas.
    47 Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo.
    48 El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien le juzgue: la Palabra que yo he hablado, ésa le juzgará el último día;
    49 porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha mandado lo que tengo que decir y hablar,
    50 y yo sé que su mandato es vida eterna. Por eso, lo que yo hablo lo hablo como el Padre me lo ha dicho a mí.»

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