«El Señor eliminará la muerte para siempre. El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros» (Is 25,8). Estas palabras del profeta Isaías contienen la promesa que sostuvo a Alfonsa de la Inmaculada Concepción en una vida de extremo sufrimiento físico y espiritual. Esta mujer excepcional, que hoy se ofrece al pueblo de India como su primera santa canonizada, estaba convencida de que su cruz era el verdadero medio para llegar al banquete que el Padre había preparado para ella. Aceptando la invitación a la fiesta de boda y adornándose con el vestido de la gracia de Dios por medio de la oración y el sufrimiento, conformó su vida a la de Cristo y ahora goza del «banquete de manjares suculentos y vinos generosos» del reino de los cielos (cf. Is 25,6). Escribió: «Yo considero que un día sin sufrimientos es un día perdido». Imitémosla llevando nuestras propias cruces para poder gozar juntamente con ella en el paraíso.
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